Madrugada del viernes al sábado. Paseamos rifándonos una botella de coca cola acrisolada con ron caribeño “made in Spain” de tres al cuarto, que pasa a mis manos cada vez que te robo un beso. Con rumbo a una seducción perecedera, me acompañas lanzado gritos desbocados en un éxtasis de risas que me vuelven loco. Te abrazo para no detener el tiempo, mientras una insignificante precipitación que empieza a posarse sobre el suelo tiende un manto de cristal transparente que irradia luces baratas de color anaranjado. El penúltimo éxito del verano escapa de sí mismo cuando la puerta de un pub cercano se abre de sopetón, y se cierra inevitable, entonces el silencio que inesperado nos asiste, musita secretos dispuestos a revelarse en tus oídos, mientras tanto tu cintura se convierte en la “tierra media” donde quedarnos para siempre. Y regreso cada madrugada de viernes a sábado a buscarte, a buscarte en itinerarios imaginarios, entre rizos y miradas que me saben a ti, para p