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Mostrando entradas de febrero, 2011

YO NO DIGO QUE TOQUE PERO Y SI TOCA

Desde que el sueño se hizo evitable, desde que robo momentos al tiempo, escribo mentiras y verdades que no existen y que invento  Entonces, rebobino lo vivido como si de una película subtitulada se tratase. Me detengo a contar la historia de un hombre entrado en años, de aspecto bonachón, de piel color aceituna, que pasea su rutina diaria acompañado de una cantarina melódica y metódica que proclama como si vendiese la última pócima que Melquíades ya ofreció a mi Buendía en el espejo de Macondo ; premia a todo aquel que se le acerca con un aleteo de cupones y loterías de papel punteado, con una futura suerte que puede llegar a las nueve de la noche de ese mismo día o cualquier otro día del año, envuelto en una esperanza de mago salvador de desdichas ajenas que no cercanas. Era yo más, mucho más joven, quizás un niño, cuando algunos días vagaba hacia el encuentro esperado por mi, ensimismado por la calle, la calle Rea l, que en su momento me parecía inacabable. Justo antes del inic

DEL LABERINTO AL 30

Esto que ahora cuento, anidado hace muchos años en el anecdotario ajedrecista de mi memoria, lleva kilómetros de huida sin escape hacia el papel, la tinta no fluye como debiera, y las sinapsis modelan atajos en mis recuerdos para encerrarlos enhebrando surcos dentro de un laberinto que se refugia interminable en el 30. ¿Será letrinas una salida qué a borbotones me permita plasmar esta historia? Es la primera jornada del torneo, una ilusión tremenda, indescriptible la emoción por comenzar. Conoces o no al rival, es nuevo pero tienes referencias, es alguno de tus amigos para jorobar. Por aquella época absorbíamos el ajedrez como los alvéolos de un fumador esperan desesperadamente que la última calada no sea la última, y que la sensación de plenitud ante el riesgo merezca la pena. Allá íbamos en tropel a cualquier torneo que se nos presentara a tiro. En el Liceo de Merida , una gran cita en una sala poco acogedora; el frío se refugia tras las ventanas, acechando miradas osad