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Mostrando entradas de marzo, 2011

Miranda

La conocí en un final de verano, tres días sin sus tres noches, no hubo más. Lo que devuelvo a este relato es mitad ficción, mitad invento, pero suficiente como para eternizar un amor que ahora no existe, para edulcorar una historia de máximos y de mínimos, para decorar un ensueño que se repite cada tres de septiembre. Desde el inicio sabemos que los paseos por el parque son kilómetros de viajes a ninguna parte, que los besos robados tras los árboles, locuras locas que recorren cada fibra de nuestras manos discretamente enlazadas, que las noches empiezan a las cuatro de la tarde, cuando te espero seguro de que ésta será interminable. Conversamos de trivialidades, sutilezas y de futuros encuentros bajo los portales de la Plaza Mayor, unas citas que activan la cuenta atrás con fecha de caducidad en el tiempo que no en el sentimiento, que lo nuestro es tan fugaz como el momento, tan perdurable como la Luna. Sin tocarnos, hacemos que nuestros cuerpos sean uno, en una banal armonía qu

Ariadne

Querida Ariadne, siete horas pasan desde que te marchaste, o son siete días. Desnudo frente al espejo. Sentado en la inmensa cama, la música que tanto te gusta no deja de golpearme con notas impregnadas de tu penúltimo adiós; tus maravillosas locuras escritas en mi espalda y una fotografía en la que ya no te reconozco, me mira desafiante y sugiriendo frenéticas pasiones olvidadas. Los inesperados y furtivos encuentros en la tercera fase junto a la catedral dormitan en mi cerebro, pero cuando despiertan cada pensamiento que logro detener lleva tu nombre . Te dejaste tu peluche favorito, y la ropa interior color despedida colgada de la lámpara de la habitación, aquellos enormes pendientes que te regalé aterrorizados en el suelo, inmóviles tras la bronca.  Esta vez, mi deseo es que no vuelvas.  Esta vez, mi deseo es amarte en otros cuerpos, en otras caras, en otros sueños. No vuelvas, que te espero.