Una espesa niebla parece invertir las horas del día.
La noche duró hasta la noche. El invierno, sin pedir permiso, tendió su fría capa gris.
Y de nuevo las luces de colores, y de nuevo despiertos.
Soñar.
Esta tarde mientras de vuelta donde siempre, deseaba que todas las luces que en el alrededor se imponían fueran destellos de lugares que no existieran.
Buscaba un refugio, una huida buscaba.
La mirada fija, más allá de donde alcanza la vista.
Los brazos recogidos en el cuerpo.
La mente más allá de la mirada.
Y la sonrisa perdida entre los labios.
Los demás un griterío lejano, más lejano cuanto más cerca.
Una sensación de fugacidad atravesó de puntillas el ambiente y se fue.
Ahora, cuando apenas unas horas me alejan de ese instante, atrapado en una música envuelta en notas melancólicas que no son mías, escribo seguro de reproducir algo distinto, muy distinto.La noche duró hasta la noche. El invierno, sin pedir permiso, tendió su fría capa gris.
Y de nuevo las luces de colores, y de nuevo despiertos.
Soñar.
Esta tarde mientras de vuelta donde siempre, deseaba que todas las luces que en el alrededor se imponían fueran destellos de lugares que no existieran.
Buscaba un refugio, una huida buscaba.
La mirada fija, más allá de donde alcanza la vista.
Los brazos recogidos en el cuerpo.
La mente más allá de la mirada.
Y la sonrisa perdida entre los labios.
Los demás un griterío lejano, más lejano cuanto más cerca.
Una sensación de fugacidad atravesó de puntillas el ambiente y se fue.
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