Era tarde.
Llevaba dos días deambulando por una ciudad que no era la mía, encaramado en lo alto de un edificio con vistas y aterrizaje al mar, dispuesto a arrojarme sin excusas de última hora, con la mente dando vueltas a mis veintisiete años de recuerdos y olvidos acumulados, a los últimos seis meses de alucinaciones transitorias, a un futuro que como un espejismo en el horizonte desaparece en cada viaje.
Una tragicomedia en blanco y negro sin títulos de crédito pero con un final premeditado, acelerante alevosía e irremediable nocturnidad.
Este ritual ya me conocía, estableciendo en mí, un camino de autodestrucción ficticia hacia un encuentro repetido.
Desplegué las alas de la razón pasajera en un aleteo suave dando amplitud a las formas; me deje llevar por las mentirosas corrientes de aire, inicié la carrera del despegue y con todo el combustible graduado recorriendo las venas,me propuse a una caída sin vuelta, a una vuelta sin mirar atrás, y sin mirar atrás, me contuve durante minutos, en el escalón final, en el momento en que incluso la soledad, escapa y se refugia en si misma para no encontrarte, en esta barra fija del abismo donde los minutos se recrean interminables haciendo que cada segundo se sienta protagonista del tiempo, me contuve una vez más, buscando decisiones sin retorno, sin retorno el doble vacío.
No sé por qué razón, este blog no se actualiza en mi blog. Lo anularé y volveré a meter. Un abrazo!
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